Para saber sí en la vida hay coherencia entre lo que se piensa, lo que se siente y como se actúa basta con ver cuanta resistencia encuentra uno para ser feliz dondequiera que esté y en todos los ámbitos en que se desenvuelve, mientras menos fluidos sean nuestros movimientos se hace más clara la desconexión.
El ser feliz es nuestro estado natural y no depende en lo absoluto de nuestra relación con agentes externos. Podemos experimentar dolor, ira, impotencia, rabia, placer, gozo y cualquier otro sentimiento ante lo que sea que estemos viviendo. Pero estos pasan y dejan una huella en el cuerpo que nos toca seguir y entender, nada más. Si seguimos viviendo el sentimiento quiere decir que pasamos ese sentir al mundo de la cabeza, dándole el poder de enjuiciar y decidir si es malo o es bueno. En una balanza quedan las posibilidades de ser feliz. A merced de aquello que haya aprendido que es bueno y que es malo, que es blanco o es negro, lo feo y lo bonito. Un mundo maniqueo y egoísta que siempre pone al otro afuera de uno, separado. Yo y usted, yo y el universo. Eso es estar desconectado.
La cabeza debe girar alrededor del corazón no al revés. Lo que la cabeza percibe el corazón debe sentirlo y el cuerpo actuarlo, eso solamente se puede lograr en el mismo instante que sucede, no antes ni después, no ayer ni mañana. Sucede sólo en el momento eterno de presencia que somos.
Dios es ese instante, la felicidad es su gracia.
domingo, 19 de mayo de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario