domingo, 27 de noviembre de 2011

TEOLOGIA

Siempre me costó creer en la maldad, como concepto o aún como acción concreta. Qué es la maldad? Es un producto de mi mente analítico relativista? o realmente existe una batalla primigenia entre el bien y el mal?.
Acciones que en un primer nivel catalogo de inmediato como malas (una persona que asesina a otra por ejemplo), se pueden entender simplemente como actos de humanos, cuyo nivel de desconexión con ellos mismos los lleva a un nivel así de violencia. Lo mismo podemos decir para cualquier acto, obra u omisión. Dada esta premisa podemos llegar a ver que el mal es el nivel de desconexión que tengamos en nuestros corazones. Si queremos entonces ir aún más profundo en la reflexión nos preguntamos, qué es lo que hace que nos desconectemos?. Claramente, la sociedad que hemos construido con sus sistemas inherentes es un reflejo de esta desconexión, y efectivamente ayuda y procura más desconexión, pero no es la causante. Pienso en el concepto del pecado original; es algo que traemos con nosotros, algo que tenemos que venir a limpiar en nuestro paso por la vida, por medio de la consciencia. La consciencia que nos permite recordar que somos uno mismo y que no existe separación, que no te puedo dañar sin dañarme a mí mismo y que tu beneficio es el mío. Lo que me lleva a extrapolar que el mundo material es lo que intrínsecamente trae el germén de la desconexión, es decir no existe posibilidad de ser materia y ser espíritu al mismo tiempo, al menos en una misma dimensión. Lo que nos separa del bien es la materia, eso es el mal. Cada partícula que da forma y peso a galaxias y humanos por igual existe por un pacto entre el bien y el mal, dios y el diablo, su alianza.
En el amor con que fue creado el universo venía incluido el mal, teníamos que estar desconectados para poder experimentar el proceso de autoconocimiento por medio de este cuerpo y entorno material, pero para lograrlo debíamos olvidar lo que somos, no debemos recordar porque sino ya no habría nada que aprender. Sólo de esa manera podemos regresar a él, al Dios verdadero, de la carne al espíritu de vuelta. Una explosión que regresa sobre sí misma, el universo se contrae. Volveremos a ser uno con Dios.