domingo, 17 de octubre de 2010

Perra espejo

En la mañana, apenas abro los ojos sè que otro par me miran. Muevo la cabeza y el ruido que hago basta para que ella salte a mi cama. Me besa como si fuera la primera y ùltima vez que me ve. Joder que esa perrina vive el momento presente. Desesperada se mete bajo las cobijas y se refugia allà abajo, entre mis pies y el final de la cama, en segundos ya duerme, ella sabe lo que es bueno. La dejo que caiga màs profundo, la toco con mis pies y me maravillo de su forma, me enamoro de su respiraciòn. Cuando al fin nos levantamos bajamos corriendo las escaleras, me alucina como empieza mi dìa y ahì va Jovita dàndome màs lecciones, ella baja los escalones de tres en tres, y siempre su velocidad hace que choque con una pared al final. Nunca logra frenar a tiempo y si no reì antes esa es la primera del dìa.
Me preparo un cafè y le sirvo su comida. Ahì està mi perra de circo en dos patas buscando su premio. Saboreo un poco de mi desayuno y la miro como empieza a ir de la puerta principal a mis pies, las veces que lo hace y la velocidad con que se mueve me dice directamente las ganas que ella tiene de expulsar su porquerìa. Salimos a la calle. Pelo de almohada, barba, camiseta chorreada, cortos con huecos, la perra fina; la imagen està clara.
Jovita se lleva a la boca todo lo que le gusta, y pues no la culpo, si yo tuviera su olfato y esa fuera mi forma de entender el mundo serìa igual. Invariablemente en esta rutina Jovita se acelera de pronto màs, le suelto su correa y empieza su bùsqueda frenètica por el lugar perfecto para depositar. Corre y corre y miro como ella pugna por mantener su caca adentro hasta que encontrò su ideal. Muchas veces ese correr y aguantar hace que en el camino vaya dejando partes de su obra y que el lugar que esperaba perfecto ya no lo sea màs. Otra lecciòn que me da esa perra.
Volvemos a casa, me meto a la ducha, y ahì està ella metiendo su nariz en la espuma, probàndola y mascàndola con cierto asco con cierta gana -Jovita fuera de acà (grito)- como resorte brinca y corre afuera, potrilla encabritada, y ahì sigo enjabonàndome con sonrisa. Cuànta fortuna poder usar de espejo semejante chiquilina.